viernes, 1 de julio de 2016

Banderas de nuestros padres

Porque aquel que derrame su sangre conmigo será mi hermano. William Shakespeare

Con el título de la película de Clint Eastwood quiero hacer una pequeña reflexión sobre España (aunque algo superior a los 145 caracteres, medida estándar a partir de la cual sólo queda el yermo del aburrimiento. Una especie de Grand Line invertida pues nadie quiere llegar a ella y mucho menos superarla). O más concretamente, sobre porqué la gente parece empeñada en destruirla, y no unos extranjeros que vengan a conquistarla, esos tiempos quedaron ya atrás. No, es peor, son sus propios habitantes, sus propios ciudadanos los que parecen haber olvidado que un país no surge de la nada. Son sus gentes (incluso las que no han nacido, pero quieren vivir en ella) las que deciden unirse, crear unos órganos, unas instituciones con las que proteger y protegerse, con las que poder asegurar un cierto nivel de orden y armonía necesarios para prosperar, objetivo loable al que toda persona tiene derecho. Sin embargo, y esto es por lo que digo peor, un día deciden rebelarse contra esas instituciones, contra el 'symbolon' bajo el que decidieron representarlas, olvidando que ese ícono, una bandera, es algo más que el trozo de tela que llenos de desprecio queman, dejando en el más ignominioso de los olvidos a sus antepasados, esos que enseñaron que un todo, al caso un estado, es mayor que la suma de sus partes. Que no está la debilidad en el ente sino en las personas que, apoltronados y autocomplacientes por su poder y logros (aunque no suyos, sino de los que los perecieron), lo conforman. Peor sobre todo porque, cegados por la rabia y guiados por el descontento, no aciertan a entender que están destruyendo aquello por lo que sus padres y abuelos lucharon por construir y edificaron sobre su sudor, que eso con lo que están acabando lleva su propia sangre tanto como sus hijos y nietos a los que dejan a la intemperie, y mientras el edificio se desploma , derribado tanto por agraviantes como agraviados, se jalea el nuevo futuro que no es sino la miseria en las ruinas humeantes y, todavía entonces, se le culpara de esa existencia entre cenizas. Nadie pensará que con haberlo limpiado, con haber sacado a quienes se aprovechaban de él, podría haberse seguido usando perfectamente pues sus cimientos son sólidos y no están afectados por los que lo explotaban de mala manera. Esos cimientos no son otros que la concordia, el beneficio mutuo, la búsqueda de un futuro mejor... y siempre, siempre, juntos, porque juntos somos más fuertes que separados, eso lo sabían nuestros Padres Fundadores (por lo menos como país democrático consensuado por la mayoría de las partes), nuestros particulares George Washington y Benjamin Franklin que son Adolfo Suárez y el rey depuesto, don Juan Carlos de Borbón. Ellos apostaron, contra los elementos, por España, por nosotros (todos), y hoy, cuando uno ha fallecido y el otro ha abdicado, más de uno y de dos se lanzan con ferocidad contra eso que tanto esfuerzo costó. Creyendo, engañados, que eso no forma parte de su 'identidad cultural', que sólo esos dos personajes históricos fueron los artífices de la Transición cuando la verdad es que ellos sólo son el ejemplo visible, pues fue un logro de todos de los españoles.
Asī llegamos a un punto en el que unos pretenden separarse y otros romper con todo y con todos, por poner dos ejemplos rápidamente identificables, que acaban con la quiebra de la Constitución y del Estado. Ninguno recuerda lo difícil que fue formar lo que tenemos, lo que hoy llamamos Nación y lo fácil que sería que todo lo construido se viniese abajo.
Veo cosas como el 25 aniversario de la Caída del Muro de Berlín  y no puedo evitar sentir envidia, los alemanes celebran su unidad como la de una familia que recuerda el tiempo que estuvo separada y la suerte de haber acabado con ese período. Yo quisiera algo igual para mi país, esa certeza de futuro COMÚN, esa necesidad de defenderlo y no fracturarlo, y esa sensación de unidad más allá de colores y lados que sirven más para empujarnos al odio que para aportarnos algo positivo. Somos una de las naciones más antiguas de la historia y, sin embargo, aún vecinos miran de reojo a vecinos. Y no busco culpables, sólo deseo comunión y entendimiento, a fin de cuentas, si no nos entendemos entre nosotros ¿Cómo vamos a entendernos con el resto?
La elección es simple, como siempre. El Bien y el Mal. ¿Qué se prefiere? ¿Seguir pensando que aquel es un filisteo o escucharlo respetuosamente? Yo tengo claro cuál es la mía, aunque no sea sencillo, aunque el prójimo no ponga de su parte, porque la meta merece la pena.
¿Y tú querido lector, qué vas a hacer?
Hemos aprendido el arte de volar como pájaros, de nadar como peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir como hermanos. Michael Luther King

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