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La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que sus animales son tratados. Mahatma Ghandi. |
Me deja un poco perdido todo lo que ese ha montado alrededor de este asunto.
Por un lado los animalistas, quienes se han visto envueltos en un océano de críticas por culpa de cuatro individuos que no los representan en absoluto. Son los cuatro energúmenos que hay en todas partes que aprovechan la mínima para volcar la mierda que llevan dentro delante del ventilador y "A quién Dios se la dé" (o sea, salga pringado), "San Pedro se la bendiga" (o sea, que se limpie como buenamente sepa), por unos comentarios de lo más desagradables y poco edificantes pues su única razón de ser es el odio más radical haya o no motivo de delito (y aquí voy a estar de acuerdo con la Guardia Civil, desear la muerte no es ilegal mas si es inmoral).
Por otro lado el mundo taurino prácticamente ha entonado 'La canción de los piratas (Hoist the colours)', bueno en su caso de los toreros, como en Piratas del Caribe 3. No obstante, igualarlos al mito romántico de los saqueadores marinos tienen un riesgo, podemos caer en el error de obviar la época y no acordarnos la diferencia de la sociedad de entonces y la de ahora con, sin ir más lejos, las oportunidades que existen hoy día para ser casi cualquier cosa que se quiera.
Se quejan porque no se jalea su vanagloriado "valor", pero ¿Qué esperan? Como reza el eslogan: El mundo ha cambiado. Ya no se añade el "de Nuestro Señor" al año, no se llenan anfiteatros para ver sangre o no se escupe en piras al grito de "bruja". El tiempo avanzó y con ayuda de la Educación y la Ley se evolucionó desterrando poco a poco acontecimientos barbáricos más propios de una película de Quentin Tarantino que de espectáculos pagados en muchos casos con dinero del contribuyente.
No hace falta más para entender que pienso, me considero un animalista (que no un animal, o mejor dicho, una bestia, como quiere vender ahora la prensa), un defensor del medio, un ecologista convencido en definitiva, que al igual que la mayoría no enviamos mensajes a familias rotas por el dolor porque nuestro objetivo es luchar por acabar con los problemas asociados con la Naturaleza directa o indirectamente y esos mensajes no buscan nada ni parecido. ¿Se entiende ya por qué no hay que confundir y si hacer una importante distinción?
Nuestra lucha, y me incluyo, es con los que no se preocupan más que de sí mismos sin considerar al resto del planeta, aunque cabe destacar también los desafortunados apoyos como las declarciones de la esposa del fallecido "¿Son seres, sin el apellido humano?" ¿En serio? Esos seres, por mal que lo hayan hecho, no han matado a nadie todavía) . Nuestra causa es la defensa de la vida y la biodiversidad. Algo que hacemos con los pocos medios que tenemos a nuestro alcance, pero nos da igual la escasez porque tenemos convicción y una causa que merece la pena. Normalmente con un eco (muy) limitado, lo que es curioso ¿No cree, querido lector? Las campañas para apoyar el medio ambiente, para denunciar el maltrato animal e incluso cuando nostros recibimos insultos y agresiones tanto físicas como psicológicas, apenas sí aparecen en los breves, pero este incidente de los comentarios, que repito, son deleznables y merecen, por supuesto, nuestra repulsa, aparece en los titulares, algunos incluso a toda plana como si por fin se dieran cuenta los periodistas del horror que puede suponer la persecución digital, pero ¿Por qué ahora y no antes? ¿Por qué estos si y lo demás no? De los insultos a ecologistas o incluso entre niños nadie quiere saber nada. Los apartamos como si por negar su hueco en nuestros pensamientos desaparecieran. ¿Por qué? ¿Qué hace que unos insultos si merezcan toda la cobertura y difusión posibles y el resto sea poco menos que enterrados en el maremagnum de virales, videos de bebés haciendo esto o lo otro, políticos lanzandose metafóricamente(?) las sillas a la cabeza...? ¿Qué? Me da la impresión que hay unos códigos invisibles por lo cuales unas personas sí son importantes y otras no si sus creencias molestan al sistema, sin importar lo justas o nobles que sean. ¡Y por supuesto de los animales ni hablamos! Más allá de si el elefante o el pobre animal de turno acierta el resultado de no sé que partido.
Me recuerda un poco al trato que recibían (quiero pensar que es cosa del pasado, pero visto lo visto ¿Quién se arriesga a decir que no siguen sufriendo el mismo desprecio?) los artistas circenses. Están ahí para hacerme reír (ji-ji, ja-ja), pero cuidado con pensar en ellos más allá de eso porque ellos no llegan a mi nivel. ¿Y cuál es ese nivel? Me pregunto. Oiga ¿Cuál es su nivel? Y sobre todo ¿Qué le otorga dicho nivel? ¿Tal vez sea escribir comentarios congratulandose por la muerte de una persona? ¿O acaso comprar una entrada a una (¿¿¿)fiesta(???) donde se sacrifican seis animales al altar del dios de la sangre? No lo sé porque yo no me considero mejor que cualquier criatura, cualquier ser, que habite los rincones de este bello hogar que llamamos Tierra. Quizá se haya perdido el respeto por eso que Félix Rodriguez de la Fuente (el maestro) llamaba "el amigo animal", en los niños se puede ver como, sobre todo los más pequeños, respetan instintivamente a los animales, incluso si se los deja un rato entre ellos se sentirá como uno más, como si todo fuera parte de esa Naturaeza que nos ha creado (más allá de entidades primigenias y supranaturles). Por tanto, y este es, a mi modo de entender, el corazón de esta reflexión ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué es lo que hace a ese niño perder esa visión del que es diferente, pero no peor? ¿Qué o quiénes nos rompe ese vínculo, esa conexión, ese 'yo animal' hijo de la Madre Tierra para que acaben celebrando la tortura y brutal asesinato de otro hijo, un hermano, de esa misma creadora?
Claro que, ya puestos ¿Cómo acaba ese niño inocente y sin prejuicios alegrandose de la desdicha del prójimo?
Si alguno lo entiende que no dude en compartir su sabiduría con el resto de los habitantes de este bosque. Será de gran interés.
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El hombre moderno ya no ve en la naturaleza el sentido divino y se siente perfectamente libre de comportarse como un poderoso conquistador y tirano. Aldus Huxley |
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