viernes, 22 de julio de 2016

Cultura

Los hombres se distinguen menos por sus cualidades naturales que por la cultura que ellos mismos se proporcionan. Confucio

La cultura no pertenece a la Humanidad.
Esto es lo que se desprende al leer la entrevista en un diario viejo (hará unos meses) a cierto autor de cuyo nombre no quiero acordarme (No sé cómo habría llegado a célebre esta frase si no fuera accesible a todo el mundo, si no fuera libre), a cuenta de su nuevo libro en el que desarma “meticulosamente” los argumentos de los defensores del intercambio cultural (Con semejante frase espero no pretenda el periodista elevar al entrevistado a la altura de Friedrich Nietzsche con los valores, pues, aunque su complejo pensamiento pueda ser objeto de debate, su intención es el crecimiento del ser humano, mientras que el escritor que hoy incumbe, si algo pretende aumentar es sólo es el tamaño de su bolsillo lo máximo posible, cosa que no vería mal si no fuera por el tema que trata).
No me voy a poner a disertar aquí (ya lo haré en otra entrada) sobre las opciones político-económicas, sencillamente y para no aburrir rebatiendo uno por uno los argumentos de desautorización de este individuo a una crítica fundada, pasaré directamente a la esencial cara oculta, oculta porque ninguno de estos adalides del Neo-P.P.V. lo cuenta en dichas entrevistas ni están dispuestos a admitirlo (algunos ni siquiera en ‘petit comité’, presupongo que sólo su círculo más íntimo lo habla). Admitir que en un fondo recóndito, la cultura es el modo en que aquello que se creen superiores puedan diferenciarse del resto, dado que ellos, con dinero para pagarlo, si podrán costearse su acceso. Los demás, sin tantos recursos, deberán conformarse con las migajas (y eso si se las dejan) quedando como “burritos”, ciudadanos de segunda categoría diferenciados por razón de conocimiento. Puede parecer demencial, incluso demagógico, lo que cuento, pero viendo cómo se afanan en distinguirse (sin entender que son seres humanos, todos más o menos iguales) pues me parece plausible, máxime cuando algunos de los más férreos atacantes de la libertad cultural ¡no son artistas! No viven de a costa de eso como ellos, ¿Entonces?
En los albores fue la ruda fuerza bruta, al civilizarse un poco se cambió por algo un poco más prosaico, la sangre (sangre azul que fluye por las venas de los descendientes de los primeros caciques forzudos, eso sí), cuando se descubrió que al pinchar a un noble sangra como un plebeyo el mismo icor carmesí, el símbolo de distinción cambió al poder político-militar que por descontado poseían los hijos de los antiguos señores, al ver que este se sustentaba en la economía, el dinero pasó a primer término, pero lo malo de este, en vuestras propias palabras, es que es “una puta que nunca duerme”. La frase, aunque soez, ilustra con eficacia su constante fluctuación, como este vaivén puede unir ambos ‘bandos’, hay que buscar una fórmula que devuelva a “los chicos con los chicos y las chicas con las chicas”, esto es, la élite con la élite y los normales con los normales (¿Juntos?), pero nunca revueltos, y para poder asegurar este “apartheid” social primero hay que asegurarse que el bien (la cultura es un bien de la humanidad) este bien vigilado y custodiado, valga el juego de palabras.
Y es lo que en realidad molesta es el intercambio libre alejado de cualquier control. Sin regulación no se puede ejercer un dominio efectivo base de todo poder (¿Va entendiéndose ya la relación? Control>Poder>Dinero>Distinción>Elitismo), cada pieza del puzzle es parte de un todo mucho más grande que la suma de sus partes.
Es una pena, pues no hay nada que engrandezca y cultive el espíritu tanto como la transferencia y recomendación de obras entre personas, pero supongo que el ser humano no está ya para estas cosas, pensamientos (en lo que se concibe como fin último del hombre su propia mejora y crecimiento en todos los niveles) de un pasado clásico que no tienen cabida actualmente donde sólo importa el fútil metal. Puede que está sea la primera vez que lo digo, pero a los griegos y romanos se debe lo mejor de la cultura occidental: La filosofía y la necesidad de evolucionar hacia el Bien (entre otras cosas) y gracias a ellos crecieron (mucho) como civilización, como sociedad y como raza, humanos. Lástima que ya no se acuerden de sus venerables antepasados, si lo hicieran les iría mucho mejor.
Hoy sin duda es un día que me siento perdido, como un elfo en vuestra jungla de cristal, mirando el sinsentido humano.
La cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de vivir y pensar de un pueblo. Milan Kundera

viernes, 15 de julio de 2016

Tauromaquia

La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que sus animales son  tratados. Mahatma Ghandi.
La muerte de un torero, los comentarios a cuenta de esa muerte y las reacciones que han suscitado dichos comentarios (no es un juego de palabras) ha traído de vuelta a primer término no un asunto cualquiera sino EL asunto, pues no hay nada más patrio que los toros tanto si estás a favor como en contra de su sufrimiento y eventual sacrificio en (¿)espectáculos(?) de reprobable moralidad.
Me deja un poco perdido todo lo que ese ha montado alrededor de este asunto.
Por un lado los animalistas, quienes se han visto envueltos en un océano de críticas por culpa de cuatro individuos que no los representan en absoluto. Son los cuatro energúmenos que hay en todas partes que aprovechan la mínima para volcar la mierda que llevan dentro delante del ventilador y "A quién Dios se la dé" (o sea, salga pringado), "San Pedro se la bendiga" (o sea, que se limpie como buenamente sepa), por unos comentarios de lo más desagradables y poco edificantes pues su única razón de ser es el odio más radical haya o no motivo de delito (y aquí voy a estar de acuerdo con la Guardia Civil, desear la muerte no es ilegal mas si es inmoral).
Por otro lado el mundo taurino prácticamente ha entonado 'La canción de los piratas (Hoist the colours)', bueno en su caso de los toreros, como en Piratas del Caribe 3. No obstante, igualarlos al mito romántico de los saqueadores marinos tienen un riesgo, podemos caer en el error de obviar la época y no acordarnos la diferencia de la sociedad de entonces y la de ahora con, sin ir más lejos, las oportunidades que existen hoy día para ser casi cualquier cosa que se quiera.
Se quejan porque no se jalea su vanagloriado "valor", pero ¿Qué esperan? Como reza el eslogan: El mundo ha cambiado. Ya no se añade el "de Nuestro Señor" al año, no se llenan anfiteatros para ver sangre o no se escupe en piras al grito de "bruja". El tiempo avanzó y con ayuda de la Educación y la Ley se evolucionó desterrando poco a poco acontecimientos barbáricos más propios de una película de Quentin Tarantino que de espectáculos pagados en muchos casos con dinero del contribuyente.
No hace falta más para entender que pienso, me considero un animalista (que no un animal, o mejor dicho, una bestia, como quiere vender ahora la prensa), un defensor del medio, un ecologista convencido en definitiva, que al igual que la mayoría no enviamos mensajes a familias rotas por el dolor porque nuestro objetivo es luchar por acabar con los problemas asociados con la Naturaleza directa o indirectamente y esos mensajes no buscan nada ni parecido. ¿Se entiende ya por qué no hay que confundir y si hacer una importante distinción?
Nuestra lucha, y me incluyo, es con los que no se preocupan más que de sí mismos sin considerar al resto del planeta, aunque cabe destacar también los desafortunados apoyos como las declarciones de la esposa del fallecido "¿Son seres, sin el apellido humano?" ¿En serio? Esos seres, por mal que lo hayan hecho, no han matado a nadie todavía) . Nuestra causa es la defensa de la vida y la biodiversidad. Algo que hacemos con los pocos medios que tenemos a nuestro alcance, pero nos da igual la escasez porque tenemos convicción y una causa que merece la pena. Normalmente con un eco (muy) limitado, lo que es curioso ¿No cree, querido lector? Las campañas para apoyar el medio ambiente, para denunciar el maltrato animal e incluso cuando nostros recibimos insultos y agresiones tanto físicas como psicológicas, apenas sí aparecen en los breves, pero este incidente de los comentarios, que repito, son deleznables y merecen, por supuesto, nuestra repulsa, aparece en los titulares, algunos incluso a toda plana como si por fin se dieran cuenta los periodistas del horror que puede suponer la persecución digital, pero ¿Por qué ahora y no antes? ¿Por qué estos si y lo demás no? De los insultos a ecologistas o incluso entre niños nadie quiere saber nada. Los apartamos como si por negar su hueco en nuestros pensamientos desaparecieran. ¿Por qué? ¿Qué hace que unos insultos si merezcan toda la cobertura y difusión posibles y el resto sea poco menos que enterrados en el maremagnum de virales, videos de bebés haciendo esto o lo otro, políticos lanzandose metafóricamente(?) las sillas a la cabeza...? ¿Qué? Me da la impresión que hay unos códigos invisibles por lo cuales unas personas sí son importantes y otras no si sus creencias molestan al sistema, sin importar lo justas o nobles que sean. ¡Y por supuesto de los animales ni hablamos! Más allá de si el elefante o el pobre animal de turno acierta el resultado de no sé que partido.
Me recuerda un poco al trato que recibían (quiero pensar que es cosa del pasado, pero visto lo visto ¿Quién se arriesga a decir que no siguen sufriendo el mismo desprecio?) los artistas circenses. Están ahí para hacerme reír (ji-ji, ja-ja), pero cuidado con pensar en ellos más allá de eso porque ellos no llegan a mi nivel. ¿Y cuál es ese nivel? Me pregunto. Oiga ¿Cuál es su nivel? Y sobre todo ¿Qué le otorga dicho nivel? ¿Tal vez sea escribir comentarios congratulandose por la muerte de una persona? ¿O acaso comprar una entrada a una (¿¿¿)fiesta(???) donde se sacrifican seis animales al altar del dios de la sangre? No lo sé porque yo no me considero mejor que cualquier criatura, cualquier ser, que habite los rincones de este bello hogar que llamamos Tierra. Quizá se haya perdido el respeto por eso que Félix Rodriguez de la Fuente (el maestro) llamaba "el amigo animal", en los niños se puede ver como, sobre todo los más pequeños, respetan instintivamente a los animales, incluso si se los deja un rato entre ellos se sentirá como uno más, como si todo fuera parte de esa Naturaeza que nos ha creado (más allá de entidades primigenias y supranaturles). Por tanto, y este es, a mi modo de entender, el corazón de esta reflexión ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué es lo que hace a ese niño perder esa visión del que es diferente, pero no peor? ¿Qué o quiénes nos rompe ese vínculo, esa conexión, ese 'yo animal' hijo de la Madre Tierra para que acaben celebrando la tortura y brutal asesinato de otro hijo, un hermano, de esa misma creadora?
Claro que, ya puestos ¿Cómo acaba ese niño inocente y sin prejuicios alegrandose de la desdicha del prójimo?
Si alguno lo entiende que no dude en compartir su sabiduría con el resto de los habitantes de este bosque. Será de gran interés.
El hombre moderno ya no ve en la naturaleza el sentido divino y se siente perfectamente libre de comportarse como un poderoso conquistador y tirano. Aldus Huxley

viernes, 8 de julio de 2016

Prudencia VS Impulsividad

Hay pasiones que la prudencia enciende y que no existirían sin el riesgo que provocan. Jules Barbey d'Aurevilly

Todos hemos sufrido en algún momento ese dilema entre lo que pide el cuerpo y lo que aconseja la cabeza. Normalmente (por lo menos en mi caso) suele hacerse caso a la última por muchos motivos: Por vergüenza, por lo ilógico de llevar a cabo la acción de turno, o, la última que citaré de entre las múltiples según cada cuál, la más famosa y universal, el miedo a salir de la zona de confort y exponerse a algo nuevo que no se controla ni a lo que se está habituado. En numerosas ocasiones  vienen más tarde las lamentaciones: <<¡Ay! ¿Por qué me he contenido si quería hacerlo?>>. Es entonces cuando algunos, yo entre ellos, rememoran el momento, pero tomando la decisión contraria; ni que decir tiene que en esa fábula todo sale a pedir de boca, puede que incluso mejor, y se consigue lo deseado. Ese “yo” imaginario sonríe orgulloso, ha ganado, se ha arriesgado y ha logrado su objetivo, lo cual, una vez pensada y resuelta la situación hace centrarse en ese “yo vencedor” e imaginar cómo sería la vida si se fuera como él: Algo alocado, pero resuelto, risueño, en la fantasía esta se le ve incluso más alto y más fuerte. Es atractivo porque, continuamos el razonamiento, es feliz y seguro de sí mismo en cualquier situación.
Hasta aquí bien, por lo menos si vamos a lo que sucede después. Y es que está excelsa (y tan falsa como si hubiese pasado por un experto en Photoshop, y de hecho así es, ha pasado por el photoshop más potente que se conoce, la imaginación) y dichosa (en el doble sentido de contenta y mal traída) imagen lleva implícita una contrapartida. La comparativa que establece instantáneamente alguna parte auto-flagelante del subconsciente entre esa figura ideal y la real, que, casi siempre, no está tan bien considerada, cuando no mal considerada directamente, y, obviamente, la segunda sale (muy) mal parada respecto a la primera.
Habrá personas a las que esto que acabo de describir les suene a orkoide, su autoestima es tal que, a sus ojos, la imagen ideal no difiere en nada, o casi nada, a la suya propia. Y a esta gente, aún sabiendo que la envidia es una horrible y patética emoción, no puedo menos que sentir un poco hacía ellos, porque yo (y creo que más gente) no poseo semejante grado de autocomplacencia.
No obstante, sí que me he dado cuenta de cuán injusto se es con ese “yo reflexivo” (que no cobarde). Ha sido hace poco, con lo que deduzco que se debe pasar un tiempo de madurez para adquirir y madurar esta lección vital; me ha tenido que pasar a mi, por lo que si le pasa a otro y este da un consejo sobre ello somos (y me incluyo también, será el contacto prolongado con vuestra raza) tan necios de terminar olvidandolo, tenemos que vivirlo en nuestro propio ser para comprender en toda la dimensión; Interesarme de verdad, parece ‘conditio sine qua non’ que te importe realmente para obtener alguna enseñanza de la experiencia vivida; y la última, pero no por ello menos importante sino todo lo contrario, ver mientras aún me rondaba el asunto por la cabeza, el tremendo error que hubiese supuesto hacer caso a mis impulsos para entenderlo, pero ahora lo veo:
Primero, si no ves pronto la “pared” con la que hubieras chocado de bruces, se corre el riesgo de atenuar las consecuencias de haber actuado de acuerdo a los instintos.
Segundo, este encontronazo con la realidad, el segundo en poco más de un mes, me ha hecho ver que ese “yo ideal” está alimentado por la fantasía más de lo que se cree, cometiendose una tremenda injustica a la que sometemos a la conciencia, máxime cuando la pobre sólo intenta proteger de unas consecuencias que pueden ir de livianas (el bochorno de flirtear con una persona cuando llega en ese momento su pareja) a trágicas (el horror de perder los ahorros por hacer una inversión de la que no se está muy seguro pero promete mucho dinero), pasando por traumáticas (un crucero que sueñas que se hunde, pero te empeñas en hacerlo y, aunque te salves, al final se hunde) o de cualquier otro tipo. No es cuestión de no arriesgarse nunca, es cuestión de no tomar el riesgo por “lo bueno” y la precaución por “lo malo”.
Todo esto parece un tanto cobarde, mas la cobardía es algo diferente a lo que aquí expuesto, es algo distinto a la conservaduría, que es de lo que va esta reflexión.
En definitiva, estas líneas sólo tratan de evitar que te mortifiques la próxima vez que tomes una decisión conservadora, pues, a lo mejor, te sorprendes viendo que la sensata era, además, la decisión correcta.
No hay mayor dicha ni desdicha que Prudencia e Imprudencia. Baltasar Gracián

viernes, 1 de julio de 2016

Banderas de nuestros padres

Porque aquel que derrame su sangre conmigo será mi hermano. William Shakespeare

Con el título de la película de Clint Eastwood quiero hacer una pequeña reflexión sobre España (aunque algo superior a los 145 caracteres, medida estándar a partir de la cual sólo queda el yermo del aburrimiento. Una especie de Grand Line invertida pues nadie quiere llegar a ella y mucho menos superarla). O más concretamente, sobre porqué la gente parece empeñada en destruirla, y no unos extranjeros que vengan a conquistarla, esos tiempos quedaron ya atrás. No, es peor, son sus propios habitantes, sus propios ciudadanos los que parecen haber olvidado que un país no surge de la nada. Son sus gentes (incluso las que no han nacido, pero quieren vivir en ella) las que deciden unirse, crear unos órganos, unas instituciones con las que proteger y protegerse, con las que poder asegurar un cierto nivel de orden y armonía necesarios para prosperar, objetivo loable al que toda persona tiene derecho. Sin embargo, y esto es por lo que digo peor, un día deciden rebelarse contra esas instituciones, contra el 'symbolon' bajo el que decidieron representarlas, olvidando que ese ícono, una bandera, es algo más que el trozo de tela que llenos de desprecio queman, dejando en el más ignominioso de los olvidos a sus antepasados, esos que enseñaron que un todo, al caso un estado, es mayor que la suma de sus partes. Que no está la debilidad en el ente sino en las personas que, apoltronados y autocomplacientes por su poder y logros (aunque no suyos, sino de los que los perecieron), lo conforman. Peor sobre todo porque, cegados por la rabia y guiados por el descontento, no aciertan a entender que están destruyendo aquello por lo que sus padres y abuelos lucharon por construir y edificaron sobre su sudor, que eso con lo que están acabando lleva su propia sangre tanto como sus hijos y nietos a los que dejan a la intemperie, y mientras el edificio se desploma , derribado tanto por agraviantes como agraviados, se jalea el nuevo futuro que no es sino la miseria en las ruinas humeantes y, todavía entonces, se le culpara de esa existencia entre cenizas. Nadie pensará que con haberlo limpiado, con haber sacado a quienes se aprovechaban de él, podría haberse seguido usando perfectamente pues sus cimientos son sólidos y no están afectados por los que lo explotaban de mala manera. Esos cimientos no son otros que la concordia, el beneficio mutuo, la búsqueda de un futuro mejor... y siempre, siempre, juntos, porque juntos somos más fuertes que separados, eso lo sabían nuestros Padres Fundadores (por lo menos como país democrático consensuado por la mayoría de las partes), nuestros particulares George Washington y Benjamin Franklin que son Adolfo Suárez y el rey depuesto, don Juan Carlos de Borbón. Ellos apostaron, contra los elementos, por España, por nosotros (todos), y hoy, cuando uno ha fallecido y el otro ha abdicado, más de uno y de dos se lanzan con ferocidad contra eso que tanto esfuerzo costó. Creyendo, engañados, que eso no forma parte de su 'identidad cultural', que sólo esos dos personajes históricos fueron los artífices de la Transición cuando la verdad es que ellos sólo son el ejemplo visible, pues fue un logro de todos de los españoles.
Asī llegamos a un punto en el que unos pretenden separarse y otros romper con todo y con todos, por poner dos ejemplos rápidamente identificables, que acaban con la quiebra de la Constitución y del Estado. Ninguno recuerda lo difícil que fue formar lo que tenemos, lo que hoy llamamos Nación y lo fácil que sería que todo lo construido se viniese abajo.
Veo cosas como el 25 aniversario de la Caída del Muro de Berlín  y no puedo evitar sentir envidia, los alemanes celebran su unidad como la de una familia que recuerda el tiempo que estuvo separada y la suerte de haber acabado con ese período. Yo quisiera algo igual para mi país, esa certeza de futuro COMÚN, esa necesidad de defenderlo y no fracturarlo, y esa sensación de unidad más allá de colores y lados que sirven más para empujarnos al odio que para aportarnos algo positivo. Somos una de las naciones más antiguas de la historia y, sin embargo, aún vecinos miran de reojo a vecinos. Y no busco culpables, sólo deseo comunión y entendimiento, a fin de cuentas, si no nos entendemos entre nosotros ¿Cómo vamos a entendernos con el resto?
La elección es simple, como siempre. El Bien y el Mal. ¿Qué se prefiere? ¿Seguir pensando que aquel es un filisteo o escucharlo respetuosamente? Yo tengo claro cuál es la mía, aunque no sea sencillo, aunque el prójimo no ponga de su parte, porque la meta merece la pena.
¿Y tú querido lector, qué vas a hacer?
Hemos aprendido el arte de volar como pájaros, de nadar como peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir como hermanos. Michael Luther King