jueves, 8 de septiembre de 2016

Sexting

Las cosas no pasan por lo que son, pasan por lo que parecen. Baltasar Gracián

Hace ya tiempo hubo un escándalo denominado por la prensa “celebgate”, un caso de robo digital a un conjunto de personas famosas  que me hizo detenerme en la curiosa práctica del sexting, un fenómeno de masas que no distingue de raza, credo o condición consistente en inmortalizarse como Dios te trajo al mundo con pose de “hola, mi amor, yo soy tu lobo” (bueno, casi siempre loba) y cuyos orígenes creo ver en aquellas fotos que se hacían los macarras y chonis frente al espejo, normalmente (o desde arriba en su defecto), en ropa interior para lucir “tipito”. Orígenes a los que, como buena vuelta de tuerca, dejan a la altura del betún en sus tres aspectos, a mi juicio, fundamentales, a saber: Banalidad, mal gusto y derroche de narcisismo.
Sin embargo, estos tres defectos no justifican en sí mismo el desafortunado suceso, con lo que cabe preguntarse entonces ¿Por qué? ¿Qué empuja a tantas y tantas mujeres a en cualquier lugar del mundo a esto? Y ya que estamos ¿Por qué sólo son ellas? ¿Los chicos no interesamos? ¿Los bomberos reventaron el mercado? ¿Qué? Podría usar tópicos como el de la sociedad patriarcal, el mayor respeto que poseen las mujeres, que no hay mujeres hackers… pero respeto demasiado a mis lectores como para insultar a su inteligencia de semejante manera y aún así seguiría sin responder al ‘quid’ de la cuestión, esto es, la motivación tras este alarde de idiotez humana ¿Idiotez sólo? Diría que no, hay mucho más. Es fácil atacar a quién se hace la foto, pero, en caso de no estar hecha por iniciativa propia ¿Qué se dice del que la pide? Peor aún como pidiendola o sin pedirla, osa sacarla del círculo de dos que forma con su amante/pareja/lo que sea y compartirla con otros? Y no me vale esa vulgaridad de clamar por la decencia en determinadas circunstancias es equivalente a hablar de la Virtud en un burdel… Si seguimos razonamiento, también incluimos a quién lo robe. A fin de cuentas, por estúpido que sea, el sexting es legal, incluso ni es inmoral, pues sólo afecta al individuo que realiza la acción (del verbo… si no pongo la coletilla a lo profesor de gramática, reviento) la cual se enmarca entre las cuatro paredes de la República Independiente de su Casa. Por tanto, hay absurdo en esta suerte de moda, mas también una complicidad dolosa para extender y, por supuesto, crear el escarnio, el esperpento y, en los casos más radicales, la infamia a la que se ven sometidas esas mujeres después de un acto que no parecía revestir mayor trascendencia en el momento de realizar la infausta foto.
Y, aunque no quiero que este comentario parezca una sentencia popular, también hay en ello una carencia imaginativa patente, tanto para sorprender a ese compañero sexual como para calcular consecuencias y preveer daños al honor Pienso en esa actriz que envía una de estas fotos al productor de turno y, obviando las consecución o no del papel, no la imagino sopesando lo denigrante de su acto. Puede parecer paternalista y mojigato, me es indiferente, sé que un actor vale por su capacidad interpretativa no por la forma de su busto y me resulta irónico comprobar lo poco que valoran su trabajo tanto unos como otros. Tampoco es que sean las (algunas) actrices las únicas que hacen de su cuerpo su CV, son sólo la cara visible y conocida.

Al final será cosa de formas de ver el mundo. Si un jefe me pide que algo así lo mando al lupanar del que parece no se ha dado cuenta ha abandonado, en cambio muchos lo considerarían normal y si la mayoría toma algo por normal ¿No lo es, entonces? Normal es, por definición, lo comúnmente aceptado, además que luego tampoco se pueden hacer reproches porque “No uses con el pasado la vara de medir del presente”, tocaté… los senos. Si una pareja me pide lo mismo le diría que viniese ella a encargarse personalmente y si está lejos (caso de Jennifer Lawrence, esa actriz cuyos personajes son más fáciles de pronunciar -Katnis Everdeen- que su propio nombre. O sea, como Arnold Suad, no, Shu… eh… “Chuache”, narices, “Chuache”) bueno, creía que éramos seres humanos y como tal capaces de sobreponerse a sus instintos y si tienen ganas de sexo podían controlarlo… a la luz de los hechos me equivoco, está claro, igual que un animal en celo hay que saciar la (¿)necesidad(?) fuera si no se tiene una foto subida de tono de la pareja de turno. Deprimente. Parece que el ser humano evoluciona, pero sólo tecnológicamente (y según algunos ni eso, pues al parecer los últimos avances son producto de la ingeniería inversa…), el resto de sus aspectos siguen siendo poco imaginativos, aprovechados y guiados por el impulso sexual, a veces mezclados con la avaricia. Todo muy edificante. Si algún día las mujeres se plantan y los hombres no babean detrás de cada falda… Dejemoslo, es tan bueno que no acierto a imaginármelo. A ver si esta pequeña reflexión aporta un granito de arena a la montaña.
Si no puedes ser un buen ejemplo, serás una buena advertencia. Catherine Aird

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