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Halloween no tiene mucha gracia. Es una fiesta sarcástica que refleja más bien una reivindicación infernal de venganza de los niños contra el mundo de los adultos. Jean Baudrillard |
Aunque pueda pensarse que esta entrada debería haberla
escrito el viernes pasado, en el fondo, la fecha de la festividad pertenecía a
esta semana y por eso prefiero publicarla hoy.
Vaya por delante que aunque mi reflexión no es, digamos, amable,
no voy a incurrir en los tópicos habituales de “importada” o “diabólica” (Como
leí en un meme, no he visto a nadie quejándose del Black Friday y no se inventó
en Las Tablas precisamente…), creo que tú, mi querido lector, mereces algo un
poco mejor o, cuanto menos, novedoso.
Bien, como he dicho, no me parece que Halloween (o su nombre
completo antes de la contracción que sufrió por los escoceses: All Hallow Even,
Vigilia de Todos los Santos, y cuyas palabras, “Hallow “o “Even” están ya en
desuso en el propio inglés del que viene el término. Aunque, al parecer, nuevas
hipótesis lo relacionan con el líder de lo que el cristianismo denominó la
Santa Compaña) sea una celebración como las entendemos hoy día, y menos que se
pueda prestar a la frivolidad con que se festeja. Para muchos no es más que una
oportunidad para vestirse (o desvestirse, eso a gusto de cada cual) con el
disfraz que más les apetezca, algunos relacionados con la muerte, otros ni eso;
pero en ambos casos sin ni siquiera recordar (Espera, ¿he dicho “recordar”? Eso
implica un conocimiento previo que me da que ni se tiene ni mucho menos se
busca, así que más bien debería poner, “saber”) el motivo de ese disfraz. Pero para
saber eso mejor remontarse al origen de esa fiesta, que no es ni mucho menos
satánica, como piensan los cuatro feligreses atemorizados de turno.
All Hallow Even (a partir de ahora lo llamaré con su nombre
original) viene de la fiesta celta de Samhain, una festividad que tiene que ver
con el elemento del aire (no sólo los griegos creían en los cuatro elementos más
el éter), que es ni más ni menos que la celebración particular de este pueblo
de su Año Nuevo, la diferencia estriba en que ellos lo marcaban con las lunas y
las cosechas, algo habitual hasta la implantación de los calendarios solares (idea
de los Egipcios para conocer las crecidas del Nilo) pues la comida era el
elemento fundamental para su subsistencia. (En la actualidad, libres ya de
semejantes dependencias, usamos un “cambalache” para ajustar el calendario con
los ciclos lunares y solares heredado de los romanos, de hecho, tenemos 12 meses
en vez de 10 ú 11 por el ego desmesurado de un emperador, Augusto, que envidioso
de Julius, mes dedicado al nombre de Julio César, hizo crear su propio mes,
pero no me voy a detener en esto porque no es el quid del asunto y me haría
desviarme muchísimo).
Antes de nada, un poco de información, los celtas eran un
pueblo venido de Asia que se instalaron en el centro y norte europeos para más
tarde colonizar también Britania, Francia, Suiza o España. Gracias a su
lenguaje se derivó el latín y a partir de ahí la miríada de lenguas que se
hablan en el Viejo Continente.
En las fechas que trato hoy, los celtas creían que el velo
que separa este mundo del Otro se hacía más fino y trataban de atraer a sus
seres queridos fallecidos para una suerte de reunión, en mi opinión algo
macabra, pero que no deja de ser un intento por estar cerca de los que ya no
están. La cuestión estribaba en que los malos espíritus también accedían a este
plano y para ahuyentarlos sólo se les ocurrió cubrirse con vestidos a tal
efecto, como pieles de animales. De ahí la reconversión y moda de disfrazarse.
No era un juego, ni mucho menos, era una forma de supervivencia a lo
sobrenatural, tan temible como una tormenta de granizo tardía. Pero si has
estado atento te habrás dado cuenta que aquí falla algo, parece como si hubiera
dos fechas más que una y tienes razón, “Eve” o “Even” significa vigilia, como
he dicho y ello quiere decir que no es más que un momento preparatorio de otro
día, el día 1 de noviembre, que es cuando los celtas hacían la celebración.
Esta noche del 31 de Octubre era la que dedicaban expulsar a los malos espíritus.
¿Eh? ¿Estoy confundiéndote? Lo aclaro, la vigilia la decretó el cristianismo de
la mano del Papa Gregorio III para cristianizar esta festividad pagana,
moviendo el día que se recordaba a los defensores de la cruz cuando esta
religión aún era perseguida, el 13 de mayo, al 1 de Noviembre, más tarde al ser
declarada universal por su sucesor, Gregorio IV, esta tuvo una vigilia que se
denominó en inglés (All Hallow Eve y posteriormente Halloween), pero para los
celtas esta festividad ya comprendía los dos días (aunque la “fiesta” como tal,
sólo era el día 1, como he dicho antes) mucho antes de esta vigilia. En el
fondo el Cristianismo sólo se dedicó a secularizar fiestas paganas con sus
propios rituales, pero tampoco es algo único, ya los romanos absorbieron Samhain
en su momento…
En cualquier caso este es el origen céltico, y claro, parece que tiene poco que ver con lo
que ha vendido el cine americano… ciertamente es así. A su paso por América,
los irlandeses trajeron sus propias tradiciones como Jack the Lantern (Jack el
Linterna), una leyenda sobre alguien que burló al diablo y posteriormente se
convirtió en un fantasma errante que se servía de un nabo (originalmente era un
nabo) para sujetar el ascua infernal que le mandó a modo de burla y con la cual
se iluminaba, origen de la famosa
calabaza con una vela dentro. Este es un buen ejemplo para ilustrar la
evolución de la festividad. Originalmente, los celtas, como se ha dicho
anteriormente, creían que los malos espíritus también vagaban por la tierra ese
día, y había uno en particular más temible que el resto, uno que era posible
que se apareciera y ante el cual era preferible ceder a sus peticiones que
provocar su ira, este espíritu, más tarde sería por alguna clase de enlace,
presumiblemente traído por los irlandeses, Jack the Lantern. El nacimiento de
la tradición de la calabaza surge precisamente por el intento de evitar que
este espíritu se acercara a la casa, creándose entonces la idea de vaciar una
verdura dándole forma horrenda y poner dentro una vela, que más tarde se
convierte en calabaza por el parecido de su color con el del ascua con la que
se iluminaba Jack. Es decir, tanto el Truco o Trato como las calabazas vienen
de este mito, pero no en nada se parecen a la ligereza con que son tratadas en
nuestros días y quizá yo sea un viejo asustadizo, pero que casualidad que en
ciertas partes de Gran Bretaña se está recuperando el espíritu original de esta
fiesta en vez del risible “disfraz y caramelos”.
Como me he molestado en exponer, esta fiesta no tiene nada
de gracia. Es su origen era una conmemoración a los caídos y hoy se ha
subvertido en un chiste malo por la aparente incapacidad del hombre moderno de
entender que al menos cabe la posibilidad (no digo certeza, sólo posibilidad)
de la existencia de cosas que van más allá de su entendimiento, cosas que
existen y para las que no hay explicación, al menos hoy. Y ante las cuales,
como siempre en el ser humano sólo caben dos formas de enfrentarlas: la risa o
la negación. No la duda, no el respeto por el “y si…”. No, sólo la broma,
chanza, la guasa, la risa fácil o el desprecio aupado en no sé qué clase de
superioridad moral o intelectual…
El hombre sabio sabe que no sabe nada y tiene la sensatez de
intentar remediarlo en lugar de reír, y, cuidado, yo no soy como el fraile de “En
el nombre de la Rosa”, yo no detesto la risa, me parece que es la mejor
medicina contra muchos males empezando por la arrogancia y vanidad, la fatuidad…
pero no se puede usar siempre, no se puede enarbolar como panacea contra todo
lo que no nos gusta, porque, se quiera admitir o no, la ignorancia no gusta y
es algo que en el conocimiento humano abunda. El problema es que mientras riamos
más grande se hará esa ignorancia y más nos tendremos que refugiar, menos
sabremos y más fatuos seremos, fatuos pero sin tener que ver con los fuegos ¿O
si? No me cabe la menor duda que el mejor amigo del fuego es la ignorancia…
Ahora, dale una vuelta, querido lector, la próxima vez que
salgas a por ahí en Halloween (que no digo que no lo hagas ni mucho menos,
cualquier oportunidad es buena para pasar un buen rato en compañía de nuestros
seres queridos), piensa realmente en qué es Halloween y qué ves a tu alrededor,
¿Concuerda? ¿Es lo que ves lo que crees que representa? Tú decides, puedes pensar otra cosa, de hecho, al respaldo de esto pongo la frase que acompaña a la foto de inicio y que no tiene mucho que ver con lo que yo comento, pues en el fondo siempre es lo que tu reflexiones, All Hallow
Even o Halloween, este rinconcito no sirve de nada si no es por ti
y por tus acciones, tus decisiones, tus pensamientos… Sencillamente ¡TÚ!
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La risa continua es malsana. Víctor Hugo |
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