jueves, 24 de noviembre de 2016

Interstellar (parte 1)

Hay quién cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego. León Tolstoi
Después de una discusión con un alguien a cuenta de la película cuyo título da, a su vez, nombre a esta entrada he querido pararme sobre las enseñanzas de la naturaleza humana que entraña este film.
La primera de ellas es el egoísmo con el que estamos tratando este planeta, nuestro hogar, nuestra cuna que nos vió nacer y crecer (y, esperemos, no morir también).
Es obvio que la mera existencia de cualquier especie deja una huella en el planeta, sin embargo, lo que caracteriza y también asusta de la provocada por la mano humana es su globalidad. Ninguna otra raza o especie animal ha sido capaz de provocar cambios que afecten al Medio Ambiente a escala planetaria, de provocar con su acción debacles y catástrofes naturales, más también artificiales (¿Alguien ha dicho Chernobil? ¿No? Entonces debió ser Fukushima…), de toda magnitud. Nuestro paso por este mundo a partir de la Revolución Industrial ha cambiado el clima de regiones enteras y alterado de forma significativa el del resto, eso sin comentar el culmen de nuestra egolatría cuando, de forma totalmente deliberada, consideramos que una zona ha de ser rehecha al gusto de los hombres, bien por motivos funcionales (economía…), bien por motivos estéticos. ¿Cómo podemos alterar el paisaje natural sólo porque no encaja en nuestro gusto? Y luego está cuando lo hacemos sin causa aparente como cuando construimos por debajo del nivel del mar.
Yo me pregunto ¿Por qué hacemos esto? ¿Es para confirmar a nuestro desmedido ego que somos superiores a la Madre Naturaleza, tal vez? ¿Es para dejar constancia del poderío humano? ¿Es para que quede constancia de nuestra supina estupidez? ¿Es para… qué?
Es decir, a menudo vemos y tratamos como algo normal que el interés humano vaya en contra de lo que es y hace o sucede en la Tierra y, lejos de amoldarnos a estos caprichos del planeta en que vivimos (Ese en el que evolucionamos hasta la especie que somos hoy en día, no sé cómo, quizá, y sólo quizá porque no nos vendría tan mal, pero sólo quizá ¿eh?), elegimos voluntariamente enfrentar nuestra voluntad a la suya y modificar aquello que creamos oportuno. Esto de por sí es gravísimo, pero si por lo menos tuviéramos en cuenta las consecuencias… ¡Mas no! Lo hacemos sin siquiera hacer una predicción de qué será lo que suceda por haber cambiado el normal desarrollo natural. ¡Y luego nos quejamos de las consecuencias! Qué digo, le echaremos la culpa a un planeta inhóspito que trata de acabar con sus criaturas (¡Toma ya!) ¿Pero eso qué más da? Lo importante, lo grave, no es nuestras quejas sino quienes pagan la factura, porque, oh, si, enfrentarse a la Naturaleza es saber que habrá que pagar consecuencias de antemano. A menudo, por no decir siempre, esas las pagarán justo quienes no las provocaron, ni siquiera sacaron rédito de aquello que las generó. Estos justos que pagan, no “con”, sino “por” los pecadores suelen ser personas, y siempre, siempre, animales.
De verdad que me saca de quicio ver como arde un bosque o se contamina un río, se corrompe el mar con petróleo… y los primeros que huyen o mueren con una expresión asustada en el rostro son aquellos que ni siquiera sospechaban de nuestra inmensa (debe ser divina porque no se entiende como es tan grande) irracionalidad.
¿Cómo podemos, por unos intereses casi siempre económicos, destruir el mundo, la biosfera que necesitamos para vivir? Un elemento vital para nuestra propia pervivencia sacrificado a cambio de fútil metal del que no podemos ni alimentarnos ni sacar ningún beneficio. ¡Maldita sea! ¿Es que no lo entendemos? ¿Es que no comprendemos que no vale de nada, que su única propiedad es que brilla, lo cual lo hace, al parecer de algunos, bonito? Y aún así, aunque no entendamos esto, aunque seamos idiotas en grado sumo ¿No entendemos que tenemos una responsabilidad para con las demás especies? ¿Qué no vivimos solos en esta roca y que si la alteramos también estamos alterando el hogar de muchos más, además de nosotros mismos? ¿Dónde queda nuestra tan cacareada filosofía, nuestra ética, nuestra supuesta superioridad? ¿Qué somos si no hacemos nada por nadie, si nuestra mayor preocupación es devorar este mundo y después el siguiente? Consumir cada fracción de lo que nos es útil (y no tan útil) y después… marcharnos.
Si, como si no valiera la pena nada de lo que nos rodea, como si sólo estuviéramos aquí para consumir y marcharnos, arrasamos con lo que nos rodea. Un restaurante de comida rápida de tamaño cósmico, aunque ahora mismo sólo podamos con el trocito que pisamos y dentro de poco el que tenemos al lado. Somos devoradores de mundos. Una especie sedienta. El gran aniquilador... ¿Somos? ¿Realmente es esa nuestra verdadera naturaleza? Yo diría que no, más bien diría que nos hemos dejado llevar por nuestros más bajos impulsos y, en una ceguera absoluta, no estamos viendo lo que estamos haciendo. Igual que eso que está tan de moda ahora, los zombies, igual que ellos, estamos desgarrando las entrañas de nuestra Madre Tierra sin saber bien lo que estamos haciendo, sin darnos cuenta en el monstruo en que nos hemos convertido. Y lo peor de lo peor es que no sólo nosotros estamos ya pagando el precio. Me pregunto qué pensarán los animales de nosotros cuando nos miran, qué veríamos nosotros mismo si fuese al revés ¿Diríamos que tienen alguna clase de enfermedad? ¿La rabia?
Quizá tuviéramos razón, quizá sí que sea una enfermedad, no física sino psíquica ¿Quién dice que el egoísmo, que la incapacidad para empatizar, para simplemente darse cuenta de la existencia más allá del “yo”, no sea una enfermedad? Diría que lo es, y mortal, la más mortal de todas, porque no te destruye ella sino lo que viene con ella.
Si el día de mañana, si como en la película que me ha hecho hacer esta reflexión, no tenemos ni para comer, si el planeta ha dicho “Hasta aquí he llegado, me habéis matado” ¿Entonces qué? ¿Qué diremos a nuestros hijos, a los animales que comparten nuestro hogar? ¿”Lo siento, es que quería nadar en ese metal porque mira como brilla”? O tal vez ¿No es que el planeta este era de segunda categoría y no estaba hecho para una raza superior como nosotros?... Una raza superior como nosotros… Tiene gracia, nunca he visto a una especie inferior obtener placer en la muerte de otro ser vivo, sea cual fuese; recrearse en cómo se escapa la vida del cuerpo moribundo y conseguir admiradores por ello. No, yo nunca he visto a una especie inferior tratar con egoísmo el planeta, arrasar con lo que quisieran porque, simplemente, podían.
Dime tú, lector, tú que eres superior, ¿Realmente te sientes así? ¿Realmente crees que mereces todo por sencillamente haber nacido? ¿Realmente crees que tu existencia es preponderante a la de cualquier otra especie?

Confesare que cuando un animal me mira y no lo hace con miedo, sino con esa especie de fe, esa especie de creencia en que puedes hacerlo todo, como si estuviese ante una suerte de dios mortal, es cuando yo menos poderoso me siento, es cuando me siento más frágil porque sé que esa confianza es infundada, porque sé que tarde o temprano se dará cuenta de su error y su decepción SI que es la mayor desolación que conozco. Y en cada ocasión habría vendido mi alma sólo por poder estar a la altura de sus expectativas.
Dios perdona siempre, el Hombre a veces, pero la Naturaleza no perdona nunca. Dicho popular.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Advertencia sobre publicidad

Esto no es una entrada, sólo es un aviso para los que leen este punto de encuentro.
Siguiendo un consejo, he decidido sacarle algo de dinero a este espacio, pero que nadie se alarme: Voy a mirar, obviamente, por el propio blog, en vez de cegarme por la codicia, y moderaré la publicidad que salga dado que mi objetivo es más rascar algo que recaudar o amontonar.
Nada más, sólo avisar de que pienso sacarle un pequeño dinero mientras no perjudique ni a este rinconcito, ni su dueño, y mucho menos al lector.
La manera en que lo haré la desconozco todavía, pues como digo, no quiero que esto cambie ni el aspecto ni la dinámica del blog. Si es por medio de enlaces, estos trataré de que sean pequeños y apartados; si es por entradas, se reconocerán por no llevar el diseño habitual de foto con frase célebre antes y despúes de la propio texto; etc... Lo importante es que cuando sepa la manera, la colgaré informando de la misma y su impacto en el blog.
Nada más.

Guardián.
P.D.: Creo que hasta ahora no le he hecho y merece la pena por la importancia que tiene. Muchas gracias a todos aquellos que os pasáis por aquí y léis este rincón del pensar, que compartís estas reflexiones y hasta las hacéis vuestras. En definitiva, que formáis una pequeña familia ¡Gracias!
Pase lo que pase, este seguirá siendo nuestro bosque.
Podrán quitarnos la vida, pero jamás nos quitarán la liber, digo, ¡Nuestra forma de pensar!

viernes, 4 de noviembre de 2016

All Hallow Eve

Halloween no tiene mucha gracia. Es una fiesta sarcástica que refleja más bien una reivindicación infernal de venganza de los niños contra el mundo de los adultos. Jean Baudrillard

Aunque pueda pensarse que esta entrada debería haberla escrito el viernes pasado, en el fondo, la fecha de la festividad pertenecía a esta semana y por eso prefiero publicarla hoy.
Vaya por delante que aunque mi reflexión no es, digamos, amable, no voy a incurrir en los tópicos habituales de “importada” o “diabólica” (Como leí en un meme, no he visto a nadie quejándose del Black Friday y no se inventó en Las Tablas precisamente…), creo que tú, mi querido lector, mereces algo un poco mejor o, cuanto menos, novedoso.
Bien, como he dicho, no me parece que Halloween (o su nombre completo antes de la contracción que sufrió por los escoceses: All Hallow Even, Vigilia de Todos los Santos, y cuyas palabras, “Hallow “o “Even” están ya en desuso en el propio inglés del que viene el término. Aunque, al parecer, nuevas hipótesis lo relacionan con el líder de lo que el cristianismo denominó la Santa Compaña) sea una celebración como las entendemos hoy día, y menos que se pueda prestar a la frivolidad con que se festeja. Para muchos no es más que una oportunidad para vestirse (o desvestirse, eso a gusto de cada cual) con el disfraz que más les apetezca, algunos relacionados con la muerte, otros ni eso; pero en ambos casos sin ni siquiera recordar (Espera, ¿he dicho “recordar”? Eso implica un conocimiento previo que me da que ni se tiene ni mucho menos se busca, así que más bien debería poner, “saber”) el motivo de ese disfraz. Pero para saber eso mejor remontarse al origen de esa fiesta, que no es ni mucho menos satánica, como piensan los cuatro feligreses atemorizados de turno.
All Hallow Even (a partir de ahora lo llamaré con su nombre original) viene de la fiesta celta de Samhain, una festividad que tiene que ver con el elemento del aire (no sólo los griegos creían en los cuatro elementos más el éter), que es ni más ni menos que la celebración particular de este pueblo de su Año Nuevo, la diferencia estriba en que ellos lo marcaban con las lunas y las cosechas, algo habitual hasta la implantación de los calendarios solares (idea de los Egipcios para conocer las crecidas del Nilo) pues la comida era el elemento fundamental para su subsistencia. (En la actualidad, libres ya de semejantes dependencias, usamos un “cambalache” para ajustar el calendario con los ciclos lunares y solares heredado de los romanos, de hecho, tenemos 12 meses en vez de 10 ú 11 por el ego desmesurado de un emperador, Augusto, que envidioso de Julius, mes dedicado al nombre de Julio César, hizo crear su propio mes, pero no me voy a detener en esto porque no es el quid del asunto y me haría desviarme muchísimo).
Antes de nada, un poco de información, los celtas eran un pueblo venido de Asia que se instalaron en el centro y norte europeos para más tarde colonizar también Britania, Francia, Suiza o España. Gracias a su lenguaje se derivó el latín y a partir de ahí la miríada de lenguas que se hablan en el Viejo Continente.
En las fechas que trato hoy, los celtas creían que el velo que separa este mundo del Otro se hacía más fino y trataban de atraer a sus seres queridos fallecidos para una suerte de reunión, en mi opinión algo macabra, pero que no deja de ser un intento por estar cerca de los que ya no están. La cuestión estribaba en que los malos espíritus también accedían a este plano y para ahuyentarlos sólo se les ocurrió cubrirse con vestidos a tal efecto, como pieles de animales. De ahí la reconversión y moda de disfrazarse. No era un juego, ni mucho menos, era una forma de supervivencia a lo sobrenatural, tan temible como una tormenta de granizo tardía. Pero si has estado atento te habrás dado cuenta que aquí falla algo, parece como si hubiera dos fechas más que una y tienes razón, “Eve” o “Even” significa vigilia, como he dicho y ello quiere decir que no es más que un momento preparatorio de otro día, el día 1 de noviembre, que es cuando los celtas hacían la celebración. Esta noche del 31 de Octubre era la que dedicaban expulsar a los malos espíritus. ¿Eh? ¿Estoy confundiéndote? Lo aclaro, la vigilia la decretó el cristianismo de la mano del Papa Gregorio III para cristianizar esta festividad pagana, moviendo el día que se recordaba a los defensores de la cruz cuando esta religión aún era perseguida, el 13 de mayo, al 1 de Noviembre, más tarde al ser declarada universal por su sucesor, Gregorio IV, esta tuvo una vigilia que se denominó en inglés (All Hallow Eve y posteriormente Halloween), pero para los celtas esta festividad ya comprendía los dos días (aunque la “fiesta” como tal, sólo era el día 1, como he dicho antes) mucho antes de esta vigilia. En el fondo el Cristianismo sólo se dedicó a secularizar fiestas paganas con sus propios rituales, pero tampoco es algo único, ya los romanos absorbieron Samhain en su momento…
En cualquier caso este es el origen céltico,  y claro, parece que tiene poco que ver con lo que ha vendido el cine americano… ciertamente es así. A su paso por América, los irlandeses trajeron sus propias tradiciones como Jack the Lantern (Jack el Linterna), una leyenda sobre alguien que burló al diablo y posteriormente se convirtió en un fantasma errante que se servía de un nabo (originalmente era un nabo) para sujetar el ascua infernal que le mandó a modo de burla y con la cual se iluminaba,  origen de la famosa calabaza con una vela dentro. Este es un buen ejemplo para ilustrar la evolución de la festividad. Originalmente, los celtas, como se ha dicho anteriormente, creían que los malos espíritus también vagaban por la tierra ese día, y había uno en particular más temible que el resto, uno que era posible que se apareciera y ante el cual era preferible ceder a sus peticiones que provocar su ira, este espíritu, más tarde sería por alguna clase de enlace, presumiblemente traído por los irlandeses, Jack the Lantern. El nacimiento de la tradición de la calabaza surge precisamente por el intento de evitar que este espíritu se acercara a la casa, creándose entonces la idea de vaciar una verdura dándole forma horrenda y poner dentro una vela, que más tarde se convierte en calabaza por el parecido de su color con el del ascua con la que se iluminaba Jack. Es decir, tanto el Truco o Trato como las calabazas vienen de este mito, pero no en nada se parecen a la ligereza con que son tratadas en nuestros días y quizá yo sea un viejo asustadizo, pero que casualidad que en ciertas partes de Gran Bretaña se está recuperando el espíritu original de esta fiesta en vez del risible “disfraz y caramelos”.
Como me he molestado en exponer, esta fiesta no tiene nada de gracia. Es su origen era una conmemoración a los caídos y hoy se ha subvertido en un chiste malo por la aparente incapacidad del hombre moderno de entender que al menos cabe la posibilidad (no digo certeza, sólo posibilidad) de la existencia de cosas que van más allá de su entendimiento, cosas que existen y para las que no hay explicación, al menos hoy. Y ante las cuales, como siempre en el ser humano sólo caben dos formas de enfrentarlas: la risa o la negación. No la duda, no el respeto por el “y si…”. No, sólo la broma, chanza, la guasa, la risa fácil o el desprecio aupado en no sé qué clase de superioridad moral o intelectual…
El hombre sabio sabe que no sabe nada y tiene la sensatez de intentar remediarlo en lugar de reír, y, cuidado, yo no soy como el fraile de “En el nombre de la Rosa”, yo no detesto la risa, me parece que es la mejor medicina contra muchos males empezando por la arrogancia y vanidad, la fatuidad… pero no se puede usar siempre, no se puede enarbolar como panacea contra todo lo que no nos gusta, porque, se quiera admitir o no, la ignorancia no gusta y es algo que en el conocimiento humano abunda. El problema es que mientras riamos más grande se hará esa ignorancia y más nos tendremos que refugiar, menos sabremos y más fatuos seremos, fatuos pero sin tener que ver con los fuegos ¿O si? No me cabe la menor duda que el mejor amigo del fuego es la ignorancia…

Ahora, dale una vuelta, querido lector, la próxima vez que salgas a por ahí en Halloween (que no digo que no lo hagas ni mucho menos, cualquier oportunidad es buena para pasar un buen rato en compañía de nuestros seres queridos), piensa realmente en qué es Halloween y qué ves a tu alrededor, ¿Concuerda? ¿Es lo que ves lo que crees que representa? Tú decides, puedes pensar otra cosa, de hecho, al respaldo de esto pongo la frase que acompaña a la foto de inicio y que no tiene mucho que ver con lo que yo comento, pues en el fondo siempre es lo que tu reflexiones, All Hallow Even o Halloween, este rinconcito no sirve de nada si no es por ti y por tus acciones, tus decisiones, tus pensamientos… Sencillamente ¡TÚ!
La risa continua es malsana. Víctor Hugo